El cielo se ilumina sobre nosotros y de repente se nos ocurre una idea de negocio fabulosa y estamos totalmente convencidos de que funcionará, así que invertimos lo mucho o poco que tenemos y adquirimos maquinaria, equipos, implementos, alquilamos un local, contratamos a nuestros sobrinos (para que nos alcance la platita) y comenzamos a trabajar.
Aplaudo la valentía, pero la valentía desaforada sin un análisis previo puede no traer los resultados esperados, suele parecerse al refrán que mi querido padre solía decirme cuando me veía apurada por hacer algo: “a carrera de caballo, parada de burro”… y queridos amigos, no se equivocaba.
Por esta razón, antes de iniciar un negocio, debes validar tu idea! Es muy pero muy sencillo, solo debes realizarte las siguientes preguntas.
¿Qué problema estoy solucionando? Es decir, debes dejar muy en claro cuál es el producto o servicio que estás ofreciendo, a tal punto que puedas darle nombre y uno o incluso dos apellidos, por ejemplo. Yo vendo calefactores, pero debo ser más específica, entonces le pongo un apellido a mi producto, vendo “calefactores eléctricos”, pero puedo ser aún más específica porque le puedo dar otro apellido, entonces yo vendo “calefactores eléctricos infrarrojos” y ¿qué problema soluciono? Soluciono el problema del frío llevando un calor saludable a mis clientes. Si notas cómo tengo claro cuál es mi producto? Pues así o más claro debes tenerlo tú con cada uno de tus productos o servicios.
¿A quién estoy solucionando un problema? Y este punto es vital porque estamos definiendo a nuestro cliente ideal, es decir, aquí determinas:
Respondidas estas preguntas te recomendaría un paso previo antes de iniciar, ofrece tu producto o servicio a tu entorno cercano y recibe y convierte en oportunidades de mejora todas las críticas (de preferencia constructivas) que te puedan dar. Hecho todo esto, adelante con tu negocio!